lunes, 28 de octubre de 2013

Amazon, Google y Wikipedia son hijos de la misma madre


De Google a Macondo. El mundo en el que vivimos, y también el que imaginamos, tiene una deuda pendiente con María Montessori (1870-1952). Esta psiquiatra y profesora italiana fundó un método de enseñanza a finales del siglo XIX que aún hoy inspira a miles de escuelas infantiles repartidas por el planeta y que terminó influyendo en la pedagogía contemporánea.
 
¿Qué tienen en común los fundadores de Google, Larry Page y Sergei Brin, el padre de la Wikipedia, Jimmy Wales, o el dueño de Amazon y The Washington Post, Jeff Bezos? Todos ellos estudiaron en una escuela Montessori. Según un informe reciente de The Economist, el estilo que estos empresarios visionarios imprimeron a sus innovadores proyectos le debe mucho a María Montessori.
 
El método Montessori confía en la independencia del alumno y le invita a que aprenda lo que más le interesa y corrigiéndose a sí mismo. Al niño no se le imponen las respuestas, las descubre de forma autónoma. El profesor no es una autoridad ni un evaluador, es un guía. No hay exámenes. Los pupilos de Montessori no sólo practican el "piensa diferente" que tanto popularizó aquel anuncio de Apple sino que también "actúan de forma diferente, incluso hablan de forma diferente", como subraya un artículo de The Wall Street Journal sobre "La Mafia Montessori". Esta enseñanza, además, pone énfasis en la cultura de la colaboración, en la calidad y cuidado de los materiales didácticos y en la estimulación temprana de los cinco sentidos.
 
El sistema, no exento de detractores, ha dado al mundo alumnos brillantes no sólo en el sector tecnológico. Anna Frank y Gabriel García Márquez escribieron sus primeras líneas en las escuelas Montessori de Amsterdam y Aracataca, respectivamente.
 
En "Vivir para contarla", Gabo reconoce que le costó mucho aprender a leer. Tras sus fallidos intentos, la varita mágica se la ofrecieron las maestras de la Montessori de Aracataca, bajo la dirección de Rosa Elena Fergusson, que le enseñaron explicándole las consonantes no por sus nombres (be, efe, uve doble) sino por sus sonidos. Así pudo volver una tarde a casa, desempolvar un viejo libro guardado en un arcón y adentrarse con él en un mundo imaginario. El destino quiso que ese libro de iniciación fuera "Las mil y una noches".

Uno de los que más ha explicitado su deuda con Montessori es Jimmy Wales, fundador de Wikipedia. Wales nació en 1966 en Hunstville (Alabama, EEUU) y asistió a la escuela "House of Learning", que regentaban su madre y su abuela. Eran en total cinco alumnos, de distintas edades. "La educación fue siempre una pasión en mi casa", relata Wales, que desde pequeño adquirió el amor por la lectura y pasaba las horas sumergido en la Enciclopaedia Britannica.

A Larry Page y Segei Brin les preguntaron en una ocasión si debían su éxito a que eran hijos de profesores. Page contestó rápido: el origen de todo hay que buscarlo en la escuela Montessori a la que ambos acudieron. "El aprendizaje consistía en que no hay reglas ni órdenes, en la automotivación, en interesarse por lo que está pasando en el mundo y en hacer las cosas de manera un poco diferente", explicó Page. No tanto en tener ideas brillantes como en descubrirlas. Y, sobre todo, hacerse preguntas.
 
Para el Wall Street Jorunal, el modelo empresarial de Google responde a los ideales de Montessori. La política del 20 por ciento, que consiste en que el empleado pasa un día a la semana trabajando en algo que no tiene que ver con su puesto, es puro Montessori. También se ve la mano de la pedagoga italiana en varios de sus productos, desde Google Maps a Alerts o el desaparecido Reader.
 
No obstante, el informe de The Economist alude a una decadencia del estilo Montessori. Frente a un método directivo basado en la colaboración, la automotivación y la caída de los muros en las oficinas, se va imponiendo un estilo mixto que también subraya la autoridad, la jerarquía y la necesidad de contar con espacios donde concentrarse. Es decir, la vuelta a los despachos.
 
El artículo de la revista británica ha irritado a los montessorianos, que rechazan la asociación entre su pedagogía y los excesos lúdicos, por no hablar del síndrome de Peter Pan, que padecerían los amos de la economía digital. No comparten la idea central del autor de que la atmósfera infantil que reina en las sedes centrales de  las empresas más innovadoras (toboganes, columpios, rampas de patinaje...) esté inspirada en las enseñanzas de Montessori.

jueves, 24 de octubre de 2013

Guerra de cerebros: ¿Internet nos hace más tontos o más listos?



¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Es la pregunta que lanzó Nicholas Carr a la comunidad científica. Corría el año 2010 -hace una eternidad- y el propio Carr aventuraba la respuesta: la red nos vuelve más superficiales, por no decir más estúpidos.
 
Ha tardado tres años en llegar la réplica al provocador libro de Carr. El responsable es Clive Thompson. Clive, a quien podemos leer con regularidad en la revista Wired y en The New York Times, forma parte junto a nombres como Jeff Jarvis de la nueva comunidad de evangelistas de Internet, como los llaman despectivamente en el mundo analógico anglosajón. Y el libro, Smarter Than You Think (How technology is changing our minds for the better), es tan serio y controvertido, al menos, como el de Carr. Entre tanto apocalíptico, alguien tenía que escribir ya una "digital love letter", como ironiza Jacob Silverman en el diario Los Angeles Times.
 
Clive Thompson habla de un tiempo nuevo: la edad de los centauros. Resucita la idea que acuñó el semiólogo italiano Paolo Fabbri, el primero en anunciarnos el alumbramiento de una nueva especie humana. Mitad hombres, mitad máquinas. Seres adheridos a prótesis tecnológicas. Y para hablar del superhombre no hace falta remontarse a Leonardo da Vinci ni citar a Nietzsche. Thompson se inspira para su tesis en uno de los grandes inventores del siglo XX. ¿Adivinan quién? Pues era español y patentó en 1915 un robot conocido como "El Ajedrecista": Leonardo Torres Quevedo.
 
"El Ajedrecista" es el precursor de Deep Blue, la máquina de IBM que derrotó en 1996 a Gari Kaspárov. Tras verse superado por la supercomputadora, el probablemente mejor jugador de la historia comprendió lo absurdo de andar discutiendo si la mente humana es superior o no al mecanismo de un robot. Y prefirió experimentar cómo podía jugar mejor ayudado por una computadora. La lección aprendida, nos recuerda Thompson, es que si hay algo imbatible es un robot y un ser humano colaborando juntos. Mejorándose mutuamente. El centauro.
 
Ya nos advirtió McLuhan de que los medios no sólo proporcionan la materia del pensamiento, sino que también modelan el proceso de pensamiento.
 
En esa línea, Nicholas Carr considera que Internet, las redes sociales y las genialidades de Steve Jobs están rediseñando nuestro circuito neuronal y reprogramando la memoria, pero para mal. El cerebro es material maleable, dice Carr, y la lectura interrumpida y la saturación que promueven las nuevas tecnologías están esculpiendo unas mentes incapaces de centrarse. El deterioro es irreversible, sostiene el autor de "Superficiales", porque el cerebro es plástico pero no elástico.
 
Por el contrario, Thompson subraya que la tecnología y la sociedad en red desarrollan nuestra inteligencia, impulsan nuestra creatividad, mejoran el aprendizaje y alimentan la colaboración entre los seres humanos. La nueva cultura digital es más abierta, participativa y creativa. Las máquinas nos enriquecen.
 
"The Rise of the Centaurs". Así bautiza nuestra era Clive Thompson. Parece el título de una película de John Ford. De Monument Valley... a Silicon Valley.